viernes, 24 de enero de 2014

Esos días.

Juego echándole una carrera al destino, cruzando corriendo la calle, con el semáforo en rojo y los ojos cerrados, para darle un poco más de emoción a mi vida. Me compro cortos vestidos fingiendo que ellos podrán llenar un poco este vacío y me engaño pensando que algún día podré verme bien con ellos. Me levanto tarde y me echo a la siesta para que el día se acabe rápido y pueda llegar el siguiente, que de nuevo será de levantarme tarde, echarme a la siesta, y de cruzar los semáforos en rojo con los ojos cerrados. Vivo en esos días en los que me prometo que hoy será el primero en el que me arme de valor para salir sola a beber en el primer bar que me encuentre, en lugar de quedarme en esta misma cama sola, y llena de lamentos. Pero ese día en el que salgo a beber sola siempre se pospone para el siguiente, y al siguiente el siguiente, y así sucesivamente sin reunir nunca el valor suficiente. Son esos días en los que no se recuerdan los trayectos en metro, las caras de la gente, ni la música que se escucha a través de los cascos. Ese constante estado somnoliento, mucho más cercano al sueño que a estar despierto. Días sin pena ni gloria, pero con más pena que gloria. La asfixiante rutina y la falta de motivación que una vez me dejaron sedienta, con el paso del tiempo, han conseguido que ahora pueda sobrevivir con un simple vaso de agua al día. Ya no me pinto las uñas ni me quito el esmalte negro que llevo, simplemente dejo que se vaya cayendo porque me parece la metáfora perfecta de cómo me siento. Por cada arrebato de tristeza me he encerrado en el baño a cortarme el pelo y sufro la ansiedad al verme en el espejo de no poder volver a cortármelo en la próxima crisis porque ya está rapado al cero. Hace tiempo que dejé de controlar lo que como y lo que fumo. La vida son dos días para andar contando calorías, y el tabaco de liar es 100% natural, o eso pone el envoltorio. Ya no tengo ni ganas de follar ni de hacer el amor, porque el follar siempre es con extraños con poca pasión, poco aguante y mucha menos consideración; hacer el amor supuestamente es aquel acto que se realiza con la persona de la que estás enamorado, pero qué quieren que les diga, hasta ahora nunca me ha pasado. Así que aquí sigo sentada otra noche más, debatiéndome entre salir a beber sola, o volverme a dormir.