No sabes lo que tienes hasta que lo
has perdido. Nunca supiste lo que valía. Supongo que tampoco llegaste a tenerme
del todo. Ahora sólo hay una mesa vacía en lugar de dos cervezas frías y un
cenicero a rebosar en mi mesita de noche. Desde que saliste por esa puerta los
cigarros antes de dormir me acompañan en mi cama de 90 cada día.
Las palabras que no dijiste se las
llevó el viento con destino olvido y aquí sólo quedaron un par de camisetas
viejas que me dejabas para dormir. Pero ya tampoco duermen conmigo. Siguen desprendiendo
un olor muy familiar. Y no es el de la colonia que nunca usaste.
A pesar de que fuiste tú quien
salió corriendo, sigo siendo yo la que todavía te pregunta cómo llevas la
maratón. Creo que si me dejaras todavía te llevaría una botella de agua a la
línea de meta. Olvido con tanta facilidad que continúo poniendo dos platos
sobre la mesa creyendo que volverás para la hora de la cena. Y sigo comprando
el mismo vino que trajiste tú la primera noche. Esa en la que cociné mis
mejores platos, y tú, saboreabas cada instante.
Ahora vuelvo a medir mis palabras
sin saber si escribirte o si cualquiera de mis frases estará ya fuera de lugar.
Tan lejos como el lugar al que te has marchado. La eterna problemática de nuestra
joven generación. Ver el icono de conectado en el chat de facebook o en línea del
whatsapp. Mismas mierdas con distinto nombre que te hipnotizan de mala manera
con las manos en el teclado dispuesta a atacar como una leona a su presa justo en el
momento adecuado.
Ahora tengo sobre la mesa un cactus
que no pincha. Parece que todos en esta casa hemos perdido el papel de nuestra
vida. Siempre creí que estaba la primera en tu lista de personas favoritas,
pero ahora veo que ni siquiera rozaba el podio. Ni creo que te pares a pensar
ni un minuto si estaré bien, o si al final la cuchilla ha ido en vertical
porque ya no tenía ninguna atención que llamar.
Acumulo tantas horas del día vacías
y tan distintas que parece que la vida que estoy viviendo ahora no es la mía. Guardé
tantos vídeos graciosos que te quería enseñar en distintas pestañas de mi
navegador que al final se terminó apagando el ordenador y yo me eché a llorar
sabiendo que no podría volver a encontrarlos. Como si nada hubiera pasado y aún
quisieras verlos a mi lado.
Un día me juré que si tú morías yo
me iría contigo. Por ahora sigues vivo, pero yo ya no existo. Tampoco he tenido
el valor de optar por el corte vertical. El dejarme tirada ha sido decisión
tuya así que es decisión mía la de seguir viviendo. Y te juro que estoy en
ello.
Ahora tú tienes tu
vida, y dudo que se parezca mucho a la mía. Yo sigo
esperándote con la mesa puesta y dos copas llenas en la cocina. Habrá que
celebrar que hoy ha ganado tu equipo, ¿no?.