martes, 12 de agosto de 2014

A Lucía.

Para quienes todavía no la conozcáis aunque lleve 24 años pisando fuerte:



Lucía
en lugar de llorar
se bebe los mares
en los bares
con cada copa.
Y se quita la ropa,
con cierta facilidad
porque aprovecha la fugacidad
de cada instante.

Dejó de ser rubia
por no tener un pelo de tonta,
aunque el espectáculo lo monta,
cada vez que se sube a un escenario.

Como para ti Lucía
ya hizo una canción Serrat,
yo te dedico los veros
que aún no ha escrito Sabina.

Y es que,
aunque estudies medicina
no has aprendido todavía
que eres tú la que provoca
más ataques al corazón,
y con razón
te persiguen en los bares
si con sólo tus andares
todos gritan de emoción.

Te fuiste de Madrid
y en nuestro bar
todos se están quedando flacos
desde que no pueden comerte
con la mirada,
y ya ha saltado más de una alarma
por peligro de inanición.

Por ser mis otras dos manos
y el diablo
que se posa sobre mis hombros
con el recordatorio
de que sólo viviremos un rato.

Hoy son 24
los pasos que llevas andados,
aunque queden muchos más que recorrer
antes de que pisemos el acelerador
y nos precipitemos a lo Telma y Louise
por el acantilado.

A ninguna mujer
le sentó jamás una cazadora de cuero tan bien.
Sólo a la más elegante de todas las perras callejeras del vecindario.
(La que sólo se ablanda con los gatos.)

Tú,
que tienes la sonrisa por bandera
y la carcajada como himno personal.
Que nunca llevaste las uñas bien pintadas
porque te jodías el esmalte arañando otras espaldas.

La que dice
que nunca se han enamorado de ella
pero lo que no sabe
es que su nombre
ha quedado grabado a fuego en la memoria
de todos los hombres que han pasado por su cama.
Ya Quique te coronó como Lady Drama
y te compuso una canción.

Porque reír contigo
en un parque
con una lata de cerveza y unas patatas
han evitado más de una terapia.
Y el vomitar juntas antes de salir
sólo es de auténticas borrachas
y de amigas de verdad
que viven pensando en una barra.

Lo que no sabéis es
que si la conocéis
con el cuerpo lleno de heridas abiertas
os tirará sanguijuelas por encima.
Pero no la malinterpretéis,
es para quitar la carne muerta que sobra
para que pueda sanar la herida
y después os enrollará con vendas y
la delicadeza de un cirujano.

Aprovechad ahora,
idiotas,
que cuando Madrid deje de brillar,
y nadie baile per la strada,

será porque Lucía se ha ido a Italia.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Wanted.

Nunca creí en la magia hasta que hiciste que despegara los pies del suelo y echamos juntos a volar desde el césped de las Vistillas hasta Orcasitas en un par de aleteos que duraron horas.

Intenté con todas mis fuerzas hacer equilibrios con el  aro de tu nariz, pero tu temor al vértigo jodió nuestra carrera de trapecistas, incluso antes de que nos iluminaran los focos. Aunque no hicieran falta. Con tanta electricidad no me extraña que se saltaran los plomos por la ventana.

Tampoco pensé que lo malo de tener la pólvora entre las manos es que no sabes cuándo va a explotar quemándolo todo, y ahora te echo de menos a nivel de coger un autobús hasta tu barrio con 40 grados a la sombra. Pero no lo hago porque no sabría volver. Siempre fuiste tú quien me acompañaba. Pudiendo mirarte a ti no quise perder ni un solo minuto contemplando el paisaje.

Cambiaste tu manía de abrazar la almohada por mi cuerpo, y yo que nunca fui de costumbres, ahora que no estás, me sorprendo amaneciendo cada mañana abrazada a la mía. Y con el puto sonido del despertador en lugar de aquel hombre vendiendo sandías. La única que te vi cabreado, mientras bajabas la persiana y yo todavía me reía.

No me he vuelto a reír tanto como cuando tú me hacías cosquillas. Ni la tortilla sabe igual desde que tú no le das la vuelta. Ahora sólo me alimento del recuerdo de ese reflejo, en el que sólo se veía mi espalda y tu boca mordiendo mi hombro derecho.

Echo de menos el cenicero lleno en cada habitación y los montones de ropa tirados por el suelo, casi tan altos como la torre de libros que nos veían dormir cada día desde tu mesita de noche.

Ahora sólo soy escombros de todo lo que pudo ser y no será, y los ceniceros están vacíos. Del skyline de Madrid con la silueta de tu espalda sólo quedan las grúas de aquel piso a las afueras que no volverá a levantarse.

Han salido tantas personas de mi vida sin dejar rastro ni una mísera nota de despedida, que ya he dejado de poner tu foto de desaparecido con mi número de teléfono por todas las farolas de tu barrio. Ya sé que no llamará nadie.


Casi han pasado tres meses de esa primera noche, y el último lo he pasado entero buscándote, o mejor dicho, esperando a que vuelvas a casa por el camino de migas que te he ido dejando.

Que ya he aprendido que no es el físico sino la química, y sabes de sobra que parecía que juntos habíamos asaltado una farmacia.