miércoles, 6 de agosto de 2014

Wanted.

Nunca creí en la magia hasta que hiciste que despegara los pies del suelo y echamos juntos a volar desde el césped de las Vistillas hasta Orcasitas en un par de aleteos que duraron horas.

Intenté con todas mis fuerzas hacer equilibrios con el  aro de tu nariz, pero tu temor al vértigo jodió nuestra carrera de trapecistas, incluso antes de que nos iluminaran los focos. Aunque no hicieran falta. Con tanta electricidad no me extraña que se saltaran los plomos por la ventana.

Tampoco pensé que lo malo de tener la pólvora entre las manos es que no sabes cuándo va a explotar quemándolo todo, y ahora te echo de menos a nivel de coger un autobús hasta tu barrio con 40 grados a la sombra. Pero no lo hago porque no sabría volver. Siempre fuiste tú quien me acompañaba. Pudiendo mirarte a ti no quise perder ni un solo minuto contemplando el paisaje.

Cambiaste tu manía de abrazar la almohada por mi cuerpo, y yo que nunca fui de costumbres, ahora que no estás, me sorprendo amaneciendo cada mañana abrazada a la mía. Y con el puto sonido del despertador en lugar de aquel hombre vendiendo sandías. La única que te vi cabreado, mientras bajabas la persiana y yo todavía me reía.

No me he vuelto a reír tanto como cuando tú me hacías cosquillas. Ni la tortilla sabe igual desde que tú no le das la vuelta. Ahora sólo me alimento del recuerdo de ese reflejo, en el que sólo se veía mi espalda y tu boca mordiendo mi hombro derecho.

Echo de menos el cenicero lleno en cada habitación y los montones de ropa tirados por el suelo, casi tan altos como la torre de libros que nos veían dormir cada día desde tu mesita de noche.

Ahora sólo soy escombros de todo lo que pudo ser y no será, y los ceniceros están vacíos. Del skyline de Madrid con la silueta de tu espalda sólo quedan las grúas de aquel piso a las afueras que no volverá a levantarse.

Han salido tantas personas de mi vida sin dejar rastro ni una mísera nota de despedida, que ya he dejado de poner tu foto de desaparecido con mi número de teléfono por todas las farolas de tu barrio. Ya sé que no llamará nadie.


Casi han pasado tres meses de esa primera noche, y el último lo he pasado entero buscándote, o mejor dicho, esperando a que vuelvas a casa por el camino de migas que te he ido dejando.

Que ya he aprendido que no es el físico sino la química, y sabes de sobra que parecía que juntos habíamos asaltado una farmacia.

1 comentario: