La sensación de abandono del pobre
perro que espera en la cuneta en las vacaciones de verano desaparece en un momento cuando revivo
como con un desfibrilador en forma de altavoces con música muy fuerte, y me
siento como un pez de colores nadando libre en mares de alcohol. Revivimos los
viernes a las doce de la noche y no hay quien pueda pararnos. Hasta nuestras
pupilas se acomodan a mirar en la oscuridad de los bares como si fuéramos
gatos. Gatos callejeros que deambulan por las calles buscando el último bar
abierto o la copa más barata.
El efecto de la tercera copa me
abre las alas y me hace volar tranquila y ligera como una mariposa. Qué feliz
sensación la de estar borracha. Qué divertido es recomponer las noches a
pedazos. Qué sencillo es sonreír con una copa en la mano. Qué rápido se
difumina todo a su paso.
Como si cada noche que saliera
guardara a fascículos las horas consumidas mediante notas escritas en mi móvil.
Pero muchas veces ni con las notas consigo recordar a qué se referían o a qué
momento exacto. Una de aquellas notas contenía el título de una película con
esta sinopsis: Sexo, drogas y muerte en las calles de Madrid. Kronen
es la cervecería donde se reúne un grupo de jóvenes con pocas expectativas, que
aprovecha la noche para vivir sus aventuras de la forma más excitante posible.
Cualquier placer, ya sea la velocidad, el sexo o las drogas pueden llevarlos al
límite. No recuerdo
absolutamente nada. Pero esa nada lejos de avergonzarme o hacerme sentir algo
de arrepentimiento, me parece lo más divertido de las noches. Todos esos
recuerdos que no recuerdo permanecerán para siempre en la memoria de mi móvil. Y
siempre sonreiré cada vez que algún pedazo nuevo vuelve a mi mente.
El otro día volvieron a llamarme nena y tuve que mirar a los
lados extrañada sin saber con certeza si era a mí a quien se referían. Yo qué
iba a saber, si el último abrazo que recuerdo fue a la taza del váter un
domingo por la mañana. Y qué bien sienta. Pero lo que más
me gusta de la primavera es terminar la noche cuando los pájaros empiezan a
cantar mientras me fumo el último cigarro sentada en el portal.
Hoy de nuevo, y de acuerdo a
las predicciones, ha vuelto a ser lunes y además estoy enferma pero mi estómago
me pide a gritos unas patatas fritas. Sigo a dieta. Así que estoy doblemente
jodida. Y encima me ha dado por escuchar a Antonio Vega, que no Nacho Vegas,
gracias a dios. Así que tendré que esperar de nuevo hasta el fin de semana para
poder recomponer mis pedazos.