Ya no sé dónde esconderme. No queda
ni un rincón en mi vida donde pueda ovillarme tapándome la cara entre las
manos. Ni la música ni la lectura me alivian, y Welsh me ha hecho volver al
pasado, empujándome con saña para tomar conciencia de que el profundo daño
emocional que sufrí durante meses no era amor u obsesión, sino pura química
racionalizada en pequeñas dosis o miligramos. Otra estafa más para sumar a la larga
lista de mis relaciones corruptas. Por si quedaba alguna duda, todo está en los
libros. Y la realidad me acaba de dar una bofetada muy fuerte en la cara.
El maravilloso mundo de las drogas.
En el que escarbas un poco por la superficie, y luego un poco más hondo, porque
joder, eres joven y hay que disfrutar, que la vida son dos días y no te vas a
quedar sin saber lo que se siente. Y lo pruebas. Con la persona menos indicada.
Con la que te gusta. Y los mundos de la realidad y de la ficción se desdibujan a
su paso formando un paisaje difuminado pero precioso. Y te dejas enamorar por
esos bonitos colores, y esas nuevas texturas, que aunque siguen siendo de la
misma piel ahora se sienten distintas. Sobre todo las tuyas. Y qué placer se
siente con un simple beso, como si abrieras la jodida puerta de pandora y las
dos almas se entrelazaran y bailaran alegremente por haberse por fin
encontrado. Todo mentira. Pura química. “Ya sabes lo fácil que puede ser
sentirse estupendamente con alguien cuando vas puesto de éxtasis.”
Aún recuerdo cuando desnudos sobre
aquella cama de hotel no dejaba de repetirte lo a gusto que me sentía contigo.
Estaba volando aunque mi espalda no se moviera del colchón. Y así me
respondiste tú, con un simple: es por la droga. Al menos tú lo tenías claro.
El otro día me dijeron que lo bueno
de esta relación era el número de un buen camello, y supongo que es así. Al
final es lo único que queda. Hoy me has vuelto a escribir preguntándome cómo
estoy y me han entrado ganas de llorar, pero se han terminado calmando porque
las de vomitar eran más fuertes. Y es así como debería superarte, vomitándote.
No llorándote. Porque has sido eso, la arcada tras el mal sabor del ácido. Ahora
necesito echar por el váter todo lo que tengo en el estómago, para que se vaya
por la tubería para siempre, como para siempre se fue mi inocencia al conocerte.
Al fin y al cabo la química que tuvimos
fue sólo eso, química.
Eres muy cruda en lo que cuentas, se nota tu enojo pero no es el lloriqueo ordinario de siempre, es un puñetazo en el estomago que deja al lector sin aire, con ganas de destrucción y también un poco triste.
ResponderEliminarUna delicia pues, me seguiré paseando por aquí.
Saludos!