“Tres cuartos de mi vida están tan confusos que siguen esperándote, el otro ha venido hoy a decirte que he conocido a alguien. No se parece a ti en absoluto y eso lo acepto como un regalo, no te creas. Nunca será tú, nunca cumplirá el mismo papel, posiblemente no tenga ni medios para querer a otra persona.“
He conocido a otra. Aunque no eres
tú. Así que voy a dejar de publicar lo que escribo porque no quiero que lo
lea(s). Lo guardaré para mí, como guardo en una caja un montón de sinsentidos;
por si algún día me sirven para algo.
Ella no guarda en otra caja todos
sus recuerdos, que van desde la chapa de cerveza de aquel bar de la calle
Fuencarral donde tuvo su primera cita con aquel otro tipo, las entradas de los
conciertos, o todos los billetes de tren que te fueron alejando de mí. Ella no
tiene sincronizado mi ritmo bebiendo cerveza ni despega las etiquetas de los
botellines cuando está nerviosa. Ella no sabe la historia del drogadicto que
perdió la cabeza y creyó que podía volar tirándose desde un tercer piso vestido
de flamenca, porque ella no estaba. Ella no se pinta las uñas de negro y los
labios de rojo como sueles hacer tú. Ella no sale sola a pasear; a ella nunca
le gusta estar sola. Ella me pide que me quede. Tiene una dulzura innata y un
cuerpo precioso. Su cuerpo no está tatuado ni marcado con recuerdos dolorosos.
Ella no llora en la ducha. Siempre sonríe. Ella no sabe cocinar como tú, pero
siempre me lleva a restaurantes nuevos. Ella en sencilla y dócil. No le gustan
las películas que nosotros vimos mil veces, pero las ve conmigo sin quejarse.
En su pecho he descubierto por primera vez el placer de una cubana pero no me
ha propuesto nunca que la asfixie mientras jugamos a recrear El imperio de los
sentidos sin trágico final.
A veces, creo que ella eres tú,
pero a tiempo recuerdo que ella no entendería nuestras bromas. Ella no es tan
ridículamente divertida como tú ni guarda siempre en el bolso una nariz de
payaso. No eres tú. A ella aún le queda algún ápice de la vergüenza que tú
perdiste mientras te quitabas las bragas en mitad de la Gran Vía. Aunque fuera
verano y nadie te viera, eso cambió mi vida.
Ella no fuma, así que jamás se
liará los cigarros al revés como haces tú mientras la gente le pregunta extrañada,
ni tampoco me echará el humo en la cara con actuada pose de desdén. Ella no
devora los libros con tu furia, como si por cada uno obtuviera algún tipo de
victoria personal, mientras va subrayando frases sin parar para luego leérmelas
emocionada sentada descalza en el suelo de alguna forma extraña. Ella no me
deja notitas por toda la casa cada vez que sale de puntillas de mi cama, pero
sí me manda los mensajes de buenos días que tú tanto odiabas.
Sé de sobra que no soy el primero
que no ha sabido valorarte, pero qué quieres que te diga, Ella no tiene tu mal
humor de las mañanas, y además, soporta el mío.
Alomejor yo tengo gustos extraños, no lo se, pero la nueva chica que este sujeto consiguió no parece menos que una idiota de las que mas abundan, corroida y amaestrada por el sistema. Que agache las orejas y lo aguante si quiere...
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