viernes, 21 de marzo de 2014

Fines de semana.

Nunca pensé que pudiera odiar hasta el extremo los fines de semana como lo hago ahora. Sucesión de días grises en los que estoy encarcelada entre estas cuatro paredes sin régimen de visitas, y por el momento, con condena a perpetua y sin derecho a llamadas.

Vivo encerrada en esta habitación amarilla decorada con una horrible cenefa de flores sonrientes y ventana con vistas al patio, pero al menos sin barrotes, que es mi cuarto. Mi colchón ya ha ido tomando la forma de mi culo por pasar los siete días de la semana en la misma posición combinando series, libros, películas y hermosos penes en tumblr para no caer en la más absoluta monotonía.

Últimamente mis días se acercan demasiado a los de las señoras que han pasado los cincuenta y se medican contra la depresión. Y si no se parecen tanto al menos la expresión de nuestra cara es la misma o eso dice mi reflejo. Ojos sin expresión. Sin ningún síntoma de alegría o de pena, sólo cansancio acumulado bajo las bolsas coloreadas con mis ojeras. Y no tendría por qué estar cansada. No practico ningún tipo de actividad física salvo andar dos o tres días por semana y mi tabla de ejercicios para hacer en casa. Ejercicios que tengo que hacer por obligación porque la querida madre naturaleza no me ha querido dotar con unos preciosos atributos de mujer así como de un vientre plano y unas largas y hermosas piernas.

Todo esto del ejercicio y de la dieta puede sonar materialista o incluso machista, pero no nos engañemos, si al menos no tienes un cuerpo bonito no eres digna de un primer saludo que puede conllevar a una buena, o no, conversación. Y por mucho que digan los tíos, prima más un cuerpo que el intelecto. Si es mona y agradable pero sin ningún tipo de inquietud puede ser la mujer de su vida en un solo minuto. Si es una chica normal, que no llama la atención, no se le da ni la más mínima oportunidad para demostrar que merece la pena. No me lo invento. Animo a todo el mundo a hacer la comprobación. Y no es que busque a la desesperada un hombre ni tampoco tener un cuerpo escultural, porque entre otras cosas es imposible, pero estoy cansada de oír cada día lo buena que está alguna tía, y que siempre me lo digan a mí, que no de mí;  que no es lo mismo.

Lloro con mucha más frecuencia de la que me gustaría y más en esta casa sin intimidad donde no se puede ni cagar tranquila. Vivo en una cárcel sin cerrojos escondiéndome bajo la ducha. Como si así las lágrimas no me mancharan.

Soy la pobre ignorante que no se puede poner en la piel de una amiga cuando le ha dejado el novio después de tres años. A mí nunca me han querido. Pero soy la que sabe, y además se le da muy bien, pasar sola las semanas con sus consiguientes fines de semana porque no tiene con quien salir a la calle porque el resto del mundo si está enamorado.


Son las once de la noche de otro viernes. Mis vecinos guiris no dejan de gritar, y pienso que joder, ojalá estuviera yo fuera del país. Necesito poner tierra de por medio y hacer mi vida aunque sea sola en otro cuarto pero con mejores vistas.  Prefiero echar de menos a las personas estando lejos que viviendo en la misma ciudad pero sin derecho a régimen de visitas.

3 comentarios:

  1. Fan, super fan, mega fan. Increíble entrada. Así, así es como nos sentimos muchos. Todavía, sosteniendo el bolígrafo, con el papel en blanco, dispuestos a escribir esa historia de amor que se resiste...

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  2. Gracias! brindaremos por nosotros y por la ceguera del resto

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  3. Los fines de semana tambien me joden bastante.
    Se equivocaba Dario cuando decía que eran los viejos quienes.
    "cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer"
    a veces me pregunto si cuando sea un anciano pensare que fue un "divino tesoro" y me da miedo que así sea porque significaría que todo está jodido.

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