martes, 11 de noviembre de 2014

Mismo paisaje

Siempre estamos en el mismo punto. Sabes cual es la sensación de golpearte siempre contra un muro de 5 metros de grosor y caerte al suelo. Y a pesar de la ostia, levantarte y volver a chocarte con el mismo muro. A miles de km de mi pasado, de mis historias y de lo que yo misma denominaba mi mala suerte. A miles de km de el sexo sin amor, de las mañanas incomodas y de las mamadas en rincones oscuros pensé que todo seria diferente. Pero siempre es la misma mierda pero en idioma diferente.
Siempre me decían, eres mas fría que el hielo y tu cobardía impide que alguien llegue a quererte. Que cada gintonic que bebes te aleja un metro de la realidad ,que el resquemor en la garganta tras una noche hablando con millones de desconocidos, besándote con algunos y un punto de drogas duras es solamente el recuerdo de las equivocaciones.
Aqui, decidi ver la vida desde otro tipo de prisma. Del prisma del calor humano, de estar dentro de las normas sociales de comportamiento, donde el sexo por el sexo no existe y según las malas lenguas soy un poco fácil
Decidi abrirme y le conocí. Jamas pensé que alguien como el me pudiera ni tan siquiera gustar. Salia de mi patron. Del que me había autoimpuesto. Y allí estaba el, con su fina ironía y su forma de ver el mundo. El escalofrío que me recorre la espina dorsal cada vez que me roza la espalda y las ganas que se crean cuando frenas. Y pensé que al fin algo me iba a salir bien. Que por fin dejaría de caer en caída libre por las escaleras y ya no comprendería lo que me quieren decir los cantautores. Que Quique iba a dejar de ser mi compañero de batallas.
Pero no, hasta los chicos buenos son malos. Frenan cosas que ni tan siquiera existen,

Asi que aquí estoy, volviendo a los bares y a los rincones mas oscuros.

sábado, 25 de octubre de 2014

Vomitándole encima a las musas.

Yo,
Que ni música, ni musa, ni princesa.
Ni baldosas amarillas, ni lencería.
Ni querida ni valorada.

Ayer salí a comerme el mundo pero acabé volviendo borracha. El desorden de calcetines en mi cajón parece la metáfora de mi rutina. Porque me cosí una vida a base de retales y ahora no hay ninguna pieza que encaje.

Más efectivo que el bromuro es saber que nunca diste un duro por mí. Y la pornografía solo son escenas que se suceden sabiendo de antemano el final y que contigo no volverán a repetirse.

Más solitaria y triste que un patio de colegio un día de lluvia. No sé si el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, pero aquí no veo más que gusanos comiendo carne muerta. Ahora que soy 65% agua y 35% desechos. Ahora que lo único duro que meterme a la boca son los chicles para morder la ansiedad.

Cola de caballo para la retención de líquidos, como si con las lágrimas no bastara. Ascensores llenos de gente que no se mira a los ojos. Cigarros en la puerta del colegio. Vómitos en la acera. Una moneda que siempre cae de canto. Un sujetador con relleno. El follar por follar aunque mi coño ya no lubrica por mucho que lo toquen. Hilo musical. Comida basura. Cuchillos de plástico y tetas de silicona. Pastillas azules. Orgasmo unilateral en pareja. Desconocidos que antes se conocían muy bien. Colonias que aconsejan en el envase su uso externo, como si el alma corrompida no oliera a mierda. Dormir para acortar los días. Beber para aliviar los llantos. Andar para escapar de ti mismo y terminar encontrándote de frente. La resaca del que ha bebido tus vientos.

No sé si el resto de los relojes van adelantados o es el mío el único que da bien la hora. No puedes cocinarme tu mejor plato y alimentarme poniéndome la cuchara en la boca para luego decirme que nunca tendré derecho a otro de tus bocados. Porque no me lo merezco. Que todos viven pendientes de su ombligo, y hace ya mucho tiempo que nadie me levanta la camiseta para acariciar el mío. Que meto tantas veces la cabeza debajo del agua que ya me considero anfibio. 

Ayer vi pasar el 6 y me quede mirando como un perro abandonado en la cuneta. Implorando una explicación. Con la sed del asfalto quemándome los talones. Y es que aquí nunca pasa nada aunque pasen rápido las semanas y muy lentas las noches. Que prefiero el silencio al ruido. Que al fin y al cabo estoy igual de sola. No me planteo el suicidio, siempre fui un poco cobarde, pero si me cuesta respirar sin llorar, imagínate seguir viviendo. Ya me siento más tumba que persona, aunque sólo sea por mi silencio. Y ya no hay desprecio, sólo bruma de los días que se fueron. Y de las voces no queda ni el eco. No ser nadie para nadie no sé en qué lugar del puto mundo me coloca. Como fingir ser cuerpo sin tener sombra. Como la corrupción sin política. Que no es sólo un mal año. Que ya me han hecho tanto daño que tendría que formatear y empezar otra vida.

Estoy tan cansada que no consigo levantarme de esta apatía cómoda. De esta rutina de 20 metros cuadrados de patio y ventanilla. Madrugar. Buscar trabajo. Intentar dormir. Llorar. Madrugar. Buscar trabajo. Desgraciadamente, no podemos seguir teniendo en cuenta tu candidatura para este puesto ya que tu perfil no encaja con los requisitos que estamos buscando. Te deseamos suerte en tus sucesivas búsquedas de empleo. Beber. Recordar. Recordarte. Camisetas de chico para ocultar mi cintura y las marcas donde me agarraste. El reflejo de lo que fuimos follando en la pantalla de tu televisor.

Vago por las calles como la estrella del rock trasnochada que nunca supo tocar la guitarra. Las ojeras siempre fueron mi marca personal desde la infancia. No entiendo por qué los ingleses no distinguen entre ser y estar cuándo son dos cosas completamente distintas o al menos pueden ser excluyentes. Me siento más sola que el último trago de un tercio ya caliente. ¿Cuántas lagrimas tienen que desbordar para adelgazar un kg? ¿Cuántas pérdidas tienes que anticipar para aprovechar el momento? Qué pena que quien te duele y te mata es la única persona que te puede dar consuelo. Igual que se me olvida que hay otra vida los domingos por la mañana lejos de la cama y tu resaca; o al contrario. Nadie apostó nunca por mí aunque fuera fácil recuperar la inversión, y el último caballo se pagara 10 a uno. Al final me acabaron partiendo igual las piernas.


Hace tres días que le eché el cerrojo a mi puerta para que no pudiera entrar nadie. Pero tampoco he vuelto a oír el sonido del timbre.

martes, 7 de octubre de 2014

Tierra del fuego.

Nunca pensé que el silencio pudiera colmar un vaso, pero ya no cabe una gota y estoy llorando. No sé si el charco de por medio es el remedio para tanto llanto, pero ya he empezado a alzar el vuelo. Ahora, que la soledad elegida en lugar de impuesta parece mi único consuelo.

En la antigüedad la gente pensaba que la Tierra era plana, y si andabas demasiado para el este u el oeste te caerías, pero yo sigo en Madrid y ya tengo las rodillas en el suelo. Cada mañana me levanto y ando descalza sobre piedras ardiendo dirección Tierra del fuego. Que no me vale un velatorio lleno de gente si no me visitan antes de ser tumba. Que no sigan maltratando mis maltrechos huesos si ya me los jodí dándolo todo por ellos. Que siempre es la misma historia; empezar a caminar con los pies de plomo para luego terminar corriendo desesperada como una perra buscando a su amo. Y ya no sé si abro la boca como reclamo, por sueño o por hambre.  O es el hambre de sueños lo que me parte.

Parece que hay gente que lo tiene todo, y otra que no tiene nada. Yo ya estoy cansada de apretar fuerte las manos intentando agarrar el polvo. Por no tener no tengo ni las clases de dancehall por estar ocupados todos los horarios. Y aquí sigo parada en la estación viendo pasar los trenes que no puedo coger. Aún nadie me ha explicado si es por no tener billete, o porque esta maleta cargada de lamentos me impide subir el par de escalones que me conduzcan a cualquier mísero vagón. Nunca quise tampoco viajar en primera clase,  y hay pañuelos que aún no han dejado de agitarse.  Pero a mí nadie fue jamás a recogerme a la estación. Ni tampoco a desearme suerte. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

Septiembre.

Cuando echas la vista atrás buscando un motivo por el que quedarte pero no hay nadie que te devuelva la mirada. Que ya sé que es fácil sonreír para la foto, pero siempre me pillan de espaldas a la cámara.

Yo, que parece que vivo huyendo de las certezas y echándole una carrera al reloj, girándome de nuevo sabiendo que lo único que echaré de menos son estos tres bares en los que ahora estoy bebiendo.

Mira que necesito menos cuidados que un cactus, pero al final me estoy muriendo de sed. Sólo quiero un sitio en el que poder echar raíces, y ya no sé si esta maceta se me ha quedado pequeña o es tan grande que todavía no he conseguido orientarme.

Nunca pensé que la soga que me ahogara se llamaría Madrid, ni que pudiera apretar tan fuerte, pero mi personalidad se está multiplicando sobrepasando ya la bipolaridad y cogiendo forma de muñeca rusa.

Ahora, que ando tan despacio, y que debajo de mi cama vive un monstruo llamado septiembre, al que le quedan dos días de vida, aunque parece que la eternidad no será suficiente para dejar de asustarme.

De pequeña siempre quise ser invisible; ahora soy tan prescindible en la vida de los otros que ya lo considero un superpoder. No hay tanta diferencia. Seguro que si volviera a ser pequeña, en lugar de sentirme, estaría orgullosa de mí misma.

Por cansarme de escribir sin obtener respuesta jodí mi caligrafía, y ya he pasado tantas páginas en mi vida que me da miedo llegar a la palabra Fin sin haberme enterado bien de la historia.

Tú eres la única página que queda encerrada entre mis manos sin saber bien si arrancarla o prenderle fuego dejando un rastro de cenizas a mi paso. Que no quiero que vuelvas a entrar en mi vida sino es para quedarte, que de despedidas están llenos los cementerios, y yo ya eché un puñado de tierra sobre tu tumba porque nunca estuvimos a favor de eso de regalarnos flores, y de chuloputas ya está bien marcado con muescas el cabecero de mi cama.

Nunca la palabra septiembre dio tanto vértigo, ni sé la altura precisa por la que caeré después. O si el avión caerá antes de llegar a mi destino. Volar a una nueva vida jamás fue menos metafórico. Parece que mis depresiones son directamente proporcionales al número de despedidas, y ayer tras volver a llevarte flores, volví a raparme la cabeza. Supongo que ninguno de los dos sabemos cumplir nuestras promesas.
Y para empezar de cero no hay nada mejor que una maleta vacía con la que recorrer una nueva autopista, o emprender un nuevo vuelo.

martes, 12 de agosto de 2014

A Lucía.

Para quienes todavía no la conozcáis aunque lleve 24 años pisando fuerte:



Lucía
en lugar de llorar
se bebe los mares
en los bares
con cada copa.
Y se quita la ropa,
con cierta facilidad
porque aprovecha la fugacidad
de cada instante.

Dejó de ser rubia
por no tener un pelo de tonta,
aunque el espectáculo lo monta,
cada vez que se sube a un escenario.

Como para ti Lucía
ya hizo una canción Serrat,
yo te dedico los veros
que aún no ha escrito Sabina.

Y es que,
aunque estudies medicina
no has aprendido todavía
que eres tú la que provoca
más ataques al corazón,
y con razón
te persiguen en los bares
si con sólo tus andares
todos gritan de emoción.

Te fuiste de Madrid
y en nuestro bar
todos se están quedando flacos
desde que no pueden comerte
con la mirada,
y ya ha saltado más de una alarma
por peligro de inanición.

Por ser mis otras dos manos
y el diablo
que se posa sobre mis hombros
con el recordatorio
de que sólo viviremos un rato.

Hoy son 24
los pasos que llevas andados,
aunque queden muchos más que recorrer
antes de que pisemos el acelerador
y nos precipitemos a lo Telma y Louise
por el acantilado.

A ninguna mujer
le sentó jamás una cazadora de cuero tan bien.
Sólo a la más elegante de todas las perras callejeras del vecindario.
(La que sólo se ablanda con los gatos.)

Tú,
que tienes la sonrisa por bandera
y la carcajada como himno personal.
Que nunca llevaste las uñas bien pintadas
porque te jodías el esmalte arañando otras espaldas.

La que dice
que nunca se han enamorado de ella
pero lo que no sabe
es que su nombre
ha quedado grabado a fuego en la memoria
de todos los hombres que han pasado por su cama.
Ya Quique te coronó como Lady Drama
y te compuso una canción.

Porque reír contigo
en un parque
con una lata de cerveza y unas patatas
han evitado más de una terapia.
Y el vomitar juntas antes de salir
sólo es de auténticas borrachas
y de amigas de verdad
que viven pensando en una barra.

Lo que no sabéis es
que si la conocéis
con el cuerpo lleno de heridas abiertas
os tirará sanguijuelas por encima.
Pero no la malinterpretéis,
es para quitar la carne muerta que sobra
para que pueda sanar la herida
y después os enrollará con vendas y
la delicadeza de un cirujano.

Aprovechad ahora,
idiotas,
que cuando Madrid deje de brillar,
y nadie baile per la strada,

será porque Lucía se ha ido a Italia.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Wanted.

Nunca creí en la magia hasta que hiciste que despegara los pies del suelo y echamos juntos a volar desde el césped de las Vistillas hasta Orcasitas en un par de aleteos que duraron horas.

Intenté con todas mis fuerzas hacer equilibrios con el  aro de tu nariz, pero tu temor al vértigo jodió nuestra carrera de trapecistas, incluso antes de que nos iluminaran los focos. Aunque no hicieran falta. Con tanta electricidad no me extraña que se saltaran los plomos por la ventana.

Tampoco pensé que lo malo de tener la pólvora entre las manos es que no sabes cuándo va a explotar quemándolo todo, y ahora te echo de menos a nivel de coger un autobús hasta tu barrio con 40 grados a la sombra. Pero no lo hago porque no sabría volver. Siempre fuiste tú quien me acompañaba. Pudiendo mirarte a ti no quise perder ni un solo minuto contemplando el paisaje.

Cambiaste tu manía de abrazar la almohada por mi cuerpo, y yo que nunca fui de costumbres, ahora que no estás, me sorprendo amaneciendo cada mañana abrazada a la mía. Y con el puto sonido del despertador en lugar de aquel hombre vendiendo sandías. La única que te vi cabreado, mientras bajabas la persiana y yo todavía me reía.

No me he vuelto a reír tanto como cuando tú me hacías cosquillas. Ni la tortilla sabe igual desde que tú no le das la vuelta. Ahora sólo me alimento del recuerdo de ese reflejo, en el que sólo se veía mi espalda y tu boca mordiendo mi hombro derecho.

Echo de menos el cenicero lleno en cada habitación y los montones de ropa tirados por el suelo, casi tan altos como la torre de libros que nos veían dormir cada día desde tu mesita de noche.

Ahora sólo soy escombros de todo lo que pudo ser y no será, y los ceniceros están vacíos. Del skyline de Madrid con la silueta de tu espalda sólo quedan las grúas de aquel piso a las afueras que no volverá a levantarse.

Han salido tantas personas de mi vida sin dejar rastro ni una mísera nota de despedida, que ya he dejado de poner tu foto de desaparecido con mi número de teléfono por todas las farolas de tu barrio. Ya sé que no llamará nadie.


Casi han pasado tres meses de esa primera noche, y el último lo he pasado entero buscándote, o mejor dicho, esperando a que vuelvas a casa por el camino de migas que te he ido dejando.

Que ya he aprendido que no es el físico sino la química, y sabes de sobra que parecía que juntos habíamos asaltado una farmacia.

domingo, 20 de julio de 2014

Malviviendo de recuerdos.

Fuiste tú quien dijo que teníamos que aprovechar el tiempo, pero cuando lo tuviste todo en tus manos no quisiste regalarme uno solo de tus minutos. Y aún no sé si la causa de la ceguera fue por ti o la primavera.

Como ya no puedo contar contigo, cuento los días sin verte hasta que deje de contar porque me sorprenda el olvido, y haya un futuro más prometedor entre los días que me resten.

No duermo de lado desde que no me mira tu espalda, ni me masturbo desde que aprendí que al correrme siempre volvías a mi mente. Y es que nunca unos pantalones de bascket y una riñonera sentaron tan bien a nadie.

Ya no hay festival aunque siga sonando la música, y no sé si el final hubiera sido el mismo aunque hubiera pedido clemencia con las rodillas clavadas en el suelo de aquel piso a las afueras.

No sólo echo de menos el pasado, si no el futuro que no tendremos. Ese en el que cocinarte y leerte estaba entre nuestros planes. Ese en el que no tuviéramos que volver a hacer las paces, porque no habría guerra previa que se cruzase.

He aborrecido la pizza y el sexo desde que no son contigo, pero me he quedado con la cerveza, porque era la única certeza, incluso contigo.

El otro día me puse unos tacones para que alguien escuchara mis pasos, pero terminaron sangrándome los pies sin que nadie se diera la vuelta. Y es que tú no sabes que cuento cada día que pasa sin saber si exististe o fuiste un espejismo, mientras sigo intentando hacer ruido.

Y  volví al bar donde te conocí. Al que era mi bar, pero ahora es tuyo, porque sigue impregnado del rastro que han dejado tus recuerdos. Y ya no me queda nada porque ese bar era mi todo. Ahora el olor a látex de mis manos es por los guantes con los que estoy limpiando tu rastro, y créeme si te digo que todavía sigue oliendo.

Anoche volví a usar mi viejo consolador y terminé llorando porque en nada se parecía a lo que era yo contigo; y no por el recuerdo, sino por el futuro que no será. Ahora la cama sigue húmeda, pero es por las lágrimas. Y en mi mesita descansan un consolador y un libro de Benedetti desgastados por el mal uso que les he dado.

Y esta vez el olor a porro es el que sube por el patio de luces en lugar de bajar por tu almohada. Y cada nueva calada trae un viejo recuerdo mientras espero,

porque espero
que algún día
 me escribas diciendo:

Te echo de menos.





(Porque si hay algo peor que un Adiós, es que vaya seguido de un para siempre.)

miércoles, 2 de julio de 2014

De noches que se alargan, y sueños que duran un mes.

Peor que querer huir sin tener a donde ir, es no tener piernas para correr. Yo aprendí a dejar de contar con la gente el día que me quedé sin dedos que restar. Y aunque los dedos no vuelven a crecer, todo llega y todo pasa. Y una mañana te das cuenta de que no has pasado esa canción, y puedes volver a escuchar la voz de Calamaro sin que duela. Y duermes mejor porque ya no hay nadie que te robe el sueño.

Entonces te atreves a tener una primera cita y lo llevas a aquel bar donde recitaban poesía, pero esta vez os encienden la vela que decora la mesa mientras te sigues engañando pensando que controlas la jugada. Pero aquella melodía sonaba demasiado bien, y mira que nunca fui diestra con la guitarra.

La segunda vez parecía que nuestras bocas estuvieran imantadas mientras fantaseábamos con seguir la partida sobre aquella noria y el césped nunca hizo mejor de colchón. Es que joder, te juro que contigo creí que de verdad había playa en Madrid, y hasta que el agua me mojaba los pies. Y nunca me gustó tanto mi nombre como cuando eras tú quien lo utilizaba delante de Me corro.

Porque fuiste el primero en pedirme que me quedase a dormir aún antes de llegar e hiciste que me corriera sin dejarme salir corriendo porque había café recién hecho en la cocina. Y aunque no sé lo que sentí, fumada tumbada a tu lado parecía que siempre estaba amaneciendo, y nunca hubo mejor skyline de Madrid que la silueta de tu espalda.

Nos olvidamos tan pronto el uno del otro como se cerraban las puertas de aquel autobús. El instinto de que algo ya ha terminado antes de que la despedida sea oficial. La única vez que te  permitirás girarte para verle alejarse a sabiendas que así será lo más cerca que vuelvas a tenerle.

Y todavía no sé si el frío era fiebre o ausencia, ni la cantidad de lágrimas que habrán desbordado por los asientos de los taxis de Madrid. Pero dejé de ensuciar con rímel mis pestañas el mismo día que dejé de contener las lágrimas, y menos mal, si no habría montado un auténtico espectáculo en el hospital; y dicen que la función debe continuar.

Seamos sinceros, por muchos parches que sigamos poniéndole a esto llegará el momento en que la bicicleta deje de rodar; y si seguimos dividiendo nuestras mitades al final no nos quedará nada que echar a la boca.
Y que no me digan que saben lo que es el jet lag si no han pasado una noche entera follando contigo. Y es que hay tipos de violencia que te pueden hacer sentir más libre.

Podría haberme acostumbrado a vivir en esas cuatro baldosas frías de la cocina mientras cenamos sentados en el suelo fumando y riendo. O ducharme cada mañana en ese baño lleno de espejos con el reflejo de dos cuerpos que utilizan la misma toalla. O dormir cada noche en esa cama mojada, con rap en las paredes y vistas a un aparcamiento desierto.

Ya sé que no veré llegar el invierno desde esa misma ventana, pero ya granizó siendo verano, y la primavera pasó corriendo y descalza por toda la casa.

Tienes la asombrosa facilidad de hacer sentir bien a la gente, y sé que sólo soy una puta más sin privilegios aunque me sintiera una diosa cuando ibas a comprarme el desayuno por la mañana. Aún te quedan manos con las que agarrar las de otras por este camino, pero espero que aún no quieras soltar la mía, porque aunque ya no haya tanta altura, seguiría habiendo caída. Y es que me pierde esa sonrisa de niño pequeño imaginando alguna fechoría, y la seriedad del hombre que me susurra al oído que me arrancará la ropa nada más subir a casa.

No he llegado en un buen momento y sólo soy una herramienta con la que alcanzarás aquello que realmente estás buscando. Siempre fui una oportunista en la vida de los otros. Y las notas de mi móvil parecen el diario de una relación que en realidad no ha sido, pero nunca me he sentido tan guapa como reflejada en tu espejo desnuda y sin maquillar cuando eras tú quien me abrazaba.

No hubo última cena por alargarse hasta convertirse en desayuno en la cama. Ni me lavaste los pies, pero me metiste en la ducha y me arropaste con tu toalla. Y en ese último viaje en autobús tú también te diste la vuelta.

Si en lugar de agobiarte hubieras hecho caso a mi tatuaje hoy seguiríamos manchando aquellas sábanas, con el ritual de vestirme con tu ropa para cenar y los desfiles desnudos por el pasillo buscando tu cama.



Ahora son tantos mis pedazos rotos que dudo que exista alguna forma de volverlos a unir, ni una caja lo suficientemente grande donde guardarlos todos bajo llave.

He recibido tantas hostias que mi piel se ha hecho callo, y mi mordida está sellada con el protector bucal de un boxeador. No creo que sea más ágil con el paso de los años, pero del dolor a la aceptación, y de la aceptación al rencor los escalones son más pequeños, y aunque de verdad deseo que te vaya bien, espero que me eches de menos. Porque aunque no fuera el momento espero que sepas que no vas a conocer a ninguna como yo aunque tú tampoco me conocieras del todo. En la segunda cita me dijiste tantas cosas bonitas que dudo que quepan en otra persona aunque mida más de metro y medio. Y aunque el sexo fuera genial, no creo que sea fácil encontrar a otra que te suba a la noria, te dibuje, y se siente en el suelo de la cocina a cenar mientras fumáis y compartís una litrona.

Esa eterna manía de buscar la libertad entre distintas piernas, como si por cada polvo os colgaran una medalla, y el sexo se volviera tan consumista que primara siempre la cantidad sobre la calidad de aquella que realmente lo merece.

Prometo que si no muero de deshidratación al verte la última vez a través de la pantalla del televisor, bailaré sobre tu tumba toda la noche con una copa en la mano por todos los planes que dejaste en el aire.




El final era predecible. ¿Cómo iban a vivir una luna de miel un par de alérgicos a las abejas?

Pero aunque esté contraindicado y no haya antihistamínico que alivie ese dolor seguiré esperando, porque esa sala de espera ya se ha convertido en mi casa.


Aunque si ha bastado una semana para perdernos no sé las vidas que nos separarán cuando al fin vuelva septiembre.

lunes, 30 de junio de 2014

Imperfecto

No soy como una modelo, tengo celulitis, no mido 1.80 ni tampoco tengo rasgos angelicales. No tengo el pelo largo ni tampoco se andar en tacones. No hago deporte ni tampoco como lo sano que debería.
Mi piel esta llena de cicatrices, ya que otra cosa no, pero se caerme para después levantarme. Me rompí un diente, pero no una sola vez sino tres jodidas veces.
No soy una persona fácil, soy una conjuntos de y si y falta de valentía. No se dormir acompañada, siempre tiempo a ocupar todo el espacio y no soporto que lleguen tarde. No soy fotogénica y joder, me encanta todo lo que lleve basura después, comida basura, telebasura etc..
Soy de risa fácil pero mi humor no esta teñido de un fino sarcasmo. No se cantar, de hecho canto como el jodido culo pero me encanta hacerlo. También digo muchos tacos.
No se ahorrar, soy una vividora y tampoco se poner la lavadora. Eso si, bizcochos como los míos pocos.
Puedo pasarme una tarde tirada en el sofa sin hacer absolutamente nada y te aseguro que me quedo tan pichi.
A veces, muchas, soy inaguantable, muy inaguantable y grito mucho. Me rio demasiado alto y según mi madre solamente tengo defectos. Y joder, que te lo diga hasta tu propia madre, algo de razón tendrá.
No controlo demasiado el tema bebida, de hecho los gintonics me regulan mas el ph vital que el propio agua. Y los domingos me levanta con jodidas resacas que hacen que me quiera morir.
Me encanta salir , demasiado, de hecho joder saldría de domingo a domingo. Soy un poco caos, pierdo el dinero, los móviles y la vergüenza mas a menudo de lo que pensaba.
No debo ser demasiado buena en la cama, porque pocas veces después de follar me llaman. Tonteo demasiado y me abandono con una excesiva facilidad ne los brazos de cualquiera.
No me acuerdo nunca de las letras de las canciones y me las tiendo a inventar.
Me lio mas facil que nada.

No soy perfecta, mas bien, todo lo contrario. Imperfeccion seria mi apellido

Pero si aguantas mis grandes defectos, estaré siempre a tu lado.
Por que quererte, no se me da demasiado mal.

miércoles, 25 de junio de 2014

RETALES

Jamas sabras la verdad. Ya me encargo yo de ocultartela como si me fuera la vida en ella.

Me gustaría poder decirte a la cara lo que escribo en estos folios.

Cada vez que escucho tu nombre, lo primero que viene a mi cabeza son tus ojos. Eran de color ámbar y tu decias que no se podían comparar con los míos. Pero eran mejores que los míos. Tenian luz y me encantaba verme reflejada en ellos los días de sol. Me gustaba la forma que tenias de mirarme y quien era a traves de tu mirada. Cuando me esperabas en la esquina de la autoescuela, absurdo sitio para quedar pero que termino siendo nuestro sitio, apoyado sobre la pared y fumando un cigarro. Como los nervios afloraban en mi piel cuando te veia en la distancia. Llegaba y me sonreías, te pedía un cigarro y siempre me decias, eres demasiado joven, te reías, me abrazabas y caminábamos

La playa, fue nuestro hogar durante esos veranos, podíamos pasar horas. Y aunque tu no lo creas, las mejores citas las he tenido contigo. Me hacías reír como pocas veces me han hecho reír en la vida. Lloraba de felicidad, y eso es algo que pocas veces lo he conseguido en la vida. Como nos sentábamos en la arena y mientras el agua rozaba nuestros pies, discutíamos sobre el sentido de la vida, Dios y lo que era la felicidad. Y un día me dijiste algo que se ha quedado grabado a fuego en mi memoria, la felicidad es estar aquí, contigo y ver la luz que tienen tus ojos cuando estas conmigo. Y  eso me calentó hasta el alma. Por mucho que dijera la gente, por mucho que tu creyeras eres una de las personas mas jodidamente interesantes y geniales que he conocido en mi vida.

Me encantaban tus besos, tu olor. La forma que tenias de abrazarme y de acariciarme el pelo mientras contábamos estrellas. Me gustaba como me cogias de la mano y me apretabas fuerte, como diciéndome, estoy aquí, para ti. Recuerdo tu trencita, y como t decía que te quedaba fatal cuando realmente me encantaba.

Me gustaba cuando estaba bebiendo en la playa y me llamabas, nos tomábamos unos vodkas juntos y bailábamos. Cuando te hacías el interesante y yo me reía de ti. Cuando me picabas y me tirabas algas y yo me iba haciéndome la digna esperando que fueras detrás de mi, y tu no te movias ni un centímetro. Entonces tenia que volver y bajar el orgullo. Me enseñaste que el orgullo es una tontería y que la dignidad esta sobrevalorada. Me tenias perfectamente pillada la medida.

Y no olvidemos la química. Cuando estábamos en una habitación y parecía que nadie mas estaba alli. Tus amigos nos veían hasta casados. Yo te quería, pero tu a mi, creo que no.


Para ti, fui solamente unos veranos, unas risas y un rollito. Pero para mi fuiste magia, fuiste veranos de felicidad, de mariposas en el estomago. Fuiste noches de locura y tardes en la playa. Fuiste, a pesar d todo y de todos uno de los grandes amores de mi vida, y aunque tal vez ya no me recuerdes yo siempre te llevare grabado a fuego en mi alma.


•• Abril 2012, retales recuperados de la memoria del ordenador.


martes, 24 de junio de 2014

Frustracion

Me gustan los gilipollas, eso es una realidad. Me gustan los tipos chulos que juegan conmigo a juegos que, inocentemente pienso que yo invente. Tios que se alejan, y de repente aparecen. 
Tios guapos, con pitillos y que cantan en ingles. Tios malos, por lo menos para mi y para mi cordura.
Tios que me sonrien y me guiñan el ojo. 

Tios caprichosos e inseguros. Tios que se hacen los duros. Pero lo que no saben, es que a mi hacerme la dura, se me da mejor.

Tios que no me hacen daño, porque no pueden pero despiertan en mi un sentimiento peor que el dolor. 
Ese sentimiento es la frustración. Joder son esos tíos que te dan ganas de pegarles un puñetazo y a los 5 minutos de follartelo como si mañana se acabara el mundo.Tios que odias pero que en cuanto en tu whatsapp aparece su nombre, tardas 5 sec en constestarles. Tios con los que todo es puta química. Pero química de la de verdad. Con los que no te dan ganas de salir corriendo después de la noche de pasión y que te das cuenta por la mañana que tiene los ojos azules. 
Tios con los que no tendrías nada mas que un rollo, pero que incluso tener un rollo es complicado. Que hasta acostarte con ellos sin compromiso, cosa que supuestamente todos quieren, es complicado. Tios con los que prefieres ser la otra que se la única , la oficial.
Tios complicados, pero de verdad.



Pero por lo menos, vi la coronación del rey aun borracha

domingo, 22 de junio de 2014

Carta a una catástrofe predecible.

Querido J:

Sé que no sabes que escribo, ni que es mi primera forma de desahogo involuntario antes de sumergirme  de lleno en los bares. No te preocupes, acabamos de conocernos y aún guardo para mí muchos secretos. Uno de ellos es que jamás leerás esto. Sólo somos dos desconocidos que fingen conocerse y comparten largas noches entre cervezas, tabaco y sudor. Eso lo tengo claro. Pero te voy a echar de menos. Tú no te das cuenta, pero tienes la asombrosa facilidad de hacer sentir bien a la gente. Tampoco sabes  que sigues guardando muchos más complejos de los que crees aparentar, pero aun así yo los veo. Como veo tu miedo a sufrir y hacerle daño a alguien como el que una vez te hicieron a ti.  Sé que sólo soy una fase, una eventual compañera de viaje en el que sigues buscándote a ti mismo. Sé que en dos semanas llego a mi parada y me tengo que bajar. También sé que me escribirás y quizás volvamos a vernos tras este largo verano, en el que follarás con otras e irás recuperando ese pedazo de autoestima que aún sigue perdida mientras sigues con tu vida. Sólo quería decirte  que quiero compartir contigo cada noche hasta que se nos vaya de las manos a lo Nueve semanas y media, o hasta que consigas recobrar el vuelo del todo y conozcas a aquella otra con la que termines abandonando este nido. No hace falta que te preocupes por mí, estoy acostumbrada a convivir con el fracaso, y creo que siempre me gustaron las causas perdidas. También quería decirte, que eres una persona increíble con una mirada dividida entre la bondad y el vicio, y que no sé qué complejos tienes, si nada más verte cualquiera estaría dispuesto a saltar por el precipicio. Tienes esa sonrisa de crío tramando travesuras que se pone seria hablando en pasado, y esa inteligencia pragmática, de gran conocedor de la vida tras haber sufrido demasiado. Sé que no voy a ser el amor de tu vida, y que esto acabará cuando conozcas a esa otra y termines olvidando mi nombre. Yo jamás olvidaré el tuyo, porque me pusiste una corona de oro, me arropaste con tus mantas y me preparaste cada día el desayuno. Siempre tendré que agradecerte lo bien que te has portado conmigo, y el hacerme sentir como una reina haciendo que me corriera siempre contigo. Ojalá pudieras verte durante un segundo como yo te veo, aunque sea para adelantar todo el proceso.


Gracias por todas y cada una de esas noches que se alargan, y de sueños que duran un mes.



martes, 1 de abril de 2014

Ahora tú tienes tu vida.

No sabes lo que tienes hasta que lo has perdido. Nunca supiste lo que valía. Supongo que tampoco llegaste a tenerme del todo. Ahora sólo hay una mesa vacía en lugar de dos cervezas frías y un cenicero a rebosar en mi mesita de noche. Desde que saliste por esa puerta los cigarros antes de dormir me acompañan en mi cama de 90 cada día.

Las palabras que no dijiste se las llevó el viento con destino olvido y aquí sólo quedaron un par de camisetas viejas que me dejabas para dormir. Pero ya tampoco duermen conmigo. Siguen desprendiendo un olor muy familiar. Y no es el de la colonia que nunca usaste.

A pesar de que fuiste tú quien salió corriendo, sigo siendo yo la que todavía te pregunta cómo llevas la maratón. Creo que si me dejaras todavía te llevaría una botella de agua a la línea de meta. Olvido con tanta facilidad que continúo poniendo dos platos sobre la mesa creyendo que volverás para la hora de la cena. Y sigo comprando el mismo vino que trajiste tú la primera noche. Esa en la que cociné mis mejores platos, y tú, saboreabas cada instante.

Ahora vuelvo a medir mis palabras sin saber si escribirte o si cualquiera de mis frases estará ya fuera de lugar. Tan lejos como el lugar al que te has marchado. La eterna problemática de nuestra joven generación. Ver el icono de conectado en el chat de facebook o en línea del whatsapp. Mismas mierdas con distinto nombre que te hipnotizan de mala manera con las manos en el teclado dispuesta a atacar como una leona a su presa justo en el momento adecuado.

Ahora tengo sobre la mesa un cactus que no pincha. Parece que todos en esta casa hemos perdido el papel de nuestra vida. Siempre creí que estaba la primera en tu lista de personas favoritas, pero ahora veo que ni siquiera rozaba el podio. Ni creo que te pares a pensar ni un minuto si estaré bien, o si al final la cuchilla ha ido en vertical porque ya no tenía ninguna atención que llamar.

Acumulo tantas horas del día vacías y tan distintas que parece que la vida que estoy viviendo ahora no es la mía. Guardé tantos vídeos graciosos que te quería enseñar en distintas pestañas de mi navegador que al final se terminó apagando el ordenador y yo me eché a llorar sabiendo que no podría volver a encontrarlos. Como si nada hubiera pasado y aún quisieras verlos a mi lado.

Un día me juré que si tú morías yo me iría contigo. Por ahora sigues vivo, pero yo ya no existo. Tampoco he tenido el valor de optar por el corte vertical. El dejarme tirada ha sido decisión tuya así que es decisión mía la de seguir viviendo. Y te juro que estoy en ello.



Ahora tienes tu vida, y dudo que se parezca mucho a la mía. Yo sigo esperándote con la mesa puesta y dos copas llenas en la cocina. Habrá que celebrar que hoy ha ganado tu equipo, ¿no?.

lunes, 31 de marzo de 2014

El otro día era otro día, y hoy es lunes.

La sensación de abandono del pobre perro que espera en la cuneta en las vacaciones de verano desaparece en un momento cuando revivo como con un desfibrilador en forma de altavoces con música muy fuerte, y me siento como un pez de colores nadando libre en mares de alcohol. Revivimos los viernes a las doce de la noche y no hay quien pueda pararnos. Hasta nuestras pupilas se acomodan a mirar en la oscuridad de los bares como si fuéramos gatos. Gatos callejeros que deambulan por las calles buscando el último bar abierto o la copa más barata.

El efecto de la tercera copa me abre las alas y me hace volar tranquila y ligera como una mariposa. Qué feliz sensación la de estar borracha. Qué divertido es recomponer las noches a pedazos. Qué sencillo es sonreír con una copa en la mano. Qué rápido se difumina todo a su paso.

Como si cada noche que saliera guardara a fascículos las horas consumidas mediante notas escritas en mi móvil. Pero muchas veces ni con las notas consigo recordar a qué se referían o a qué momento exacto. Una de aquellas notas contenía el título de una película con esta sinopsis: Sexo, drogas y muerte en las calles de Madrid. Kronen es la cervecería donde se reúne un grupo de jóvenes con pocas expectativas, que aprovecha la noche para vivir sus aventuras de la forma más excitante posible. Cualquier placer, ya sea la velocidad, el sexo o las drogas pueden llevarlos al límite. No recuerdo absolutamente nada. Pero esa nada lejos de avergonzarme o hacerme sentir algo de arrepentimiento, me parece lo más divertido de las noches. Todos esos recuerdos que no recuerdo permanecerán para siempre en la memoria de mi móvil. Y siempre sonreiré cada vez que algún pedazo nuevo vuelve a mi mente.

El otro día volvieron a llamarme nena y tuve que mirar a los lados extrañada sin saber con certeza si era a mí a quien se referían. Yo qué iba a saber, si el último abrazo que recuerdo fue a la taza del váter un domingo por la mañana. Y qué bien sienta.  Pero lo que más me gusta de la primavera es terminar la noche cuando los pájaros empiezan a cantar mientras me fumo el último cigarro sentada en el portal.


Hoy de nuevo, y de acuerdo a las predicciones, ha vuelto a ser lunes y además estoy enferma pero mi estómago me pide a gritos unas patatas fritas. Sigo a dieta. Así que estoy doblemente jodida. Y encima me ha dado por escuchar a Antonio Vega, que no Nacho Vegas, gracias a dios. Así que tendré que esperar de nuevo hasta el fin de semana para poder recomponer mis pedazos.

jueves, 27 de marzo de 2014

He conocido a otra.

“Tres cuartos de mi vida están tan confusos que siguen esperándote, el otro ha venido hoy a decirte que he conocido a alguien. No se parece a ti en absoluto y eso lo acepto como un regalo, no te creas. Nunca será tú, nunca cumplirá el mismo papel, posiblemente no tenga ni medios para querer a otra persona.“

He conocido a otra. Aunque no eres tú. Así que voy a dejar de publicar lo que escribo porque no quiero que lo lea(s). Lo guardaré para mí, como guardo en una caja un montón de sinsentidos; por si algún día me sirven para algo.


Ella no guarda en otra caja todos sus recuerdos, que van desde la chapa de cerveza de aquel bar de la calle Fuencarral donde tuvo su primera cita con aquel otro tipo, las entradas de los conciertos, o todos los billetes de tren que te fueron alejando de mí. Ella no tiene sincronizado mi ritmo bebiendo cerveza ni despega las etiquetas de los botellines cuando está nerviosa. Ella no sabe la historia del drogadicto que perdió la cabeza y creyó que podía volar tirándose desde un tercer piso vestido de flamenca, porque ella no estaba. Ella no se pinta las uñas de negro y los labios de rojo como sueles hacer tú. Ella no sale sola a pasear; a ella nunca le gusta estar sola. Ella me pide que me quede. Tiene una dulzura innata y un cuerpo precioso. Su cuerpo no está tatuado ni marcado con recuerdos dolorosos. Ella no llora en la ducha. Siempre sonríe. Ella no sabe cocinar como tú, pero siempre me lleva a restaurantes nuevos. Ella en sencilla y dócil. No le gustan las películas que nosotros vimos mil veces, pero las ve conmigo sin quejarse. En su pecho he descubierto por primera vez el placer de una cubana pero no me ha propuesto nunca que la asfixie mientras jugamos a recrear El imperio de los sentidos sin trágico final.

A veces, creo que ella eres tú, pero a tiempo recuerdo que ella no entendería nuestras bromas. Ella no es tan ridículamente divertida como tú ni guarda siempre en el bolso una nariz de payaso. No eres tú. A ella aún le queda algún ápice de la vergüenza que tú perdiste mientras te quitabas las bragas en mitad de la Gran Vía. Aunque fuera verano y nadie te viera, eso cambió mi vida.

Ella no fuma, así que jamás se liará los cigarros al revés como haces tú mientras la gente le pregunta extrañada, ni tampoco me echará el humo en la cara con actuada pose de desdén. Ella no devora los libros con tu furia, como si por cada uno obtuviera algún tipo de victoria personal, mientras va subrayando frases sin parar para luego leérmelas emocionada sentada descalza en el suelo de alguna forma extraña. Ella no me deja notitas por toda la casa cada vez que sale de puntillas de mi cama, pero sí me manda los mensajes de buenos días que tú tanto odiabas.



Sé de sobra que no soy el primero que no ha sabido valorarte, pero qué quieres que te diga, Ella no tiene tu mal humor de las mañanas, y además, soporta el mío.

viernes, 21 de marzo de 2014

Fines de semana.

Nunca pensé que pudiera odiar hasta el extremo los fines de semana como lo hago ahora. Sucesión de días grises en los que estoy encarcelada entre estas cuatro paredes sin régimen de visitas, y por el momento, con condena a perpetua y sin derecho a llamadas.

Vivo encerrada en esta habitación amarilla decorada con una horrible cenefa de flores sonrientes y ventana con vistas al patio, pero al menos sin barrotes, que es mi cuarto. Mi colchón ya ha ido tomando la forma de mi culo por pasar los siete días de la semana en la misma posición combinando series, libros, películas y hermosos penes en tumblr para no caer en la más absoluta monotonía.

Últimamente mis días se acercan demasiado a los de las señoras que han pasado los cincuenta y se medican contra la depresión. Y si no se parecen tanto al menos la expresión de nuestra cara es la misma o eso dice mi reflejo. Ojos sin expresión. Sin ningún síntoma de alegría o de pena, sólo cansancio acumulado bajo las bolsas coloreadas con mis ojeras. Y no tendría por qué estar cansada. No practico ningún tipo de actividad física salvo andar dos o tres días por semana y mi tabla de ejercicios para hacer en casa. Ejercicios que tengo que hacer por obligación porque la querida madre naturaleza no me ha querido dotar con unos preciosos atributos de mujer así como de un vientre plano y unas largas y hermosas piernas.

Todo esto del ejercicio y de la dieta puede sonar materialista o incluso machista, pero no nos engañemos, si al menos no tienes un cuerpo bonito no eres digna de un primer saludo que puede conllevar a una buena, o no, conversación. Y por mucho que digan los tíos, prima más un cuerpo que el intelecto. Si es mona y agradable pero sin ningún tipo de inquietud puede ser la mujer de su vida en un solo minuto. Si es una chica normal, que no llama la atención, no se le da ni la más mínima oportunidad para demostrar que merece la pena. No me lo invento. Animo a todo el mundo a hacer la comprobación. Y no es que busque a la desesperada un hombre ni tampoco tener un cuerpo escultural, porque entre otras cosas es imposible, pero estoy cansada de oír cada día lo buena que está alguna tía, y que siempre me lo digan a mí, que no de mí;  que no es lo mismo.

Lloro con mucha más frecuencia de la que me gustaría y más en esta casa sin intimidad donde no se puede ni cagar tranquila. Vivo en una cárcel sin cerrojos escondiéndome bajo la ducha. Como si así las lágrimas no me mancharan.

Soy la pobre ignorante que no se puede poner en la piel de una amiga cuando le ha dejado el novio después de tres años. A mí nunca me han querido. Pero soy la que sabe, y además se le da muy bien, pasar sola las semanas con sus consiguientes fines de semana porque no tiene con quien salir a la calle porque el resto del mundo si está enamorado.


Son las once de la noche de otro viernes. Mis vecinos guiris no dejan de gritar, y pienso que joder, ojalá estuviera yo fuera del país. Necesito poner tierra de por medio y hacer mi vida aunque sea sola en otro cuarto pero con mejores vistas.  Prefiero echar de menos a las personas estando lejos que viviendo en la misma ciudad pero sin derecho a régimen de visitas.

Tengo 23.

Tengo 23 y nada que ver tienen con los 26 de Andrés Suarez en los que es feliz así. Esa canción no vale para mí y tampoco necesito a nadie. Siempre me he encargado yo de proporcionarme mis propios orgasmos, y ahora leo como hace tiempo no hacía, encontrando en otras historias la mía. Paso de Wells a Goethe, de Bukowski a García Lorca, y tiro porque me toca. Y lo que toca es tirarme, porque del más puro romanticismo al canallismo sólo hay golpe de dados.

Hace tiempo que no me emborracho hasta llegar al clímax de la más absoluta inconsciencia y del más lejano olvido; aunque aún no se hayan tumbado todos los naipes sobre esa mesa con  tapete verde y humo de habano. Ya apenas recuerdo los domingos de resaca que se esperan sin deseo, a pesar de que esa sea una de las peores esperas.

Domingos de insurrección, que no de resurrección, porque por cada día siete veo aún más cercana mi muerte definitiva. Esa en la que realmente deje de respirar. Por el momento sigo intentando coger aire.

Siempre tengo sed y me paso la vida salivando. Quizás tenga mono de algo, pero no sé de qué si ya he dicho que yo me proporciono mis propios orgasmos.

Entre el no estar mal y el estar bien hay un abismo lleno de lamentos al que ya nos hemos habituado. El día que pueda responder con un Bien, será cuando pueda volver a dejarme el pelo largo, pero ayer fui a la peluquería y volví a raparme al cero.

Ese estable estado en el que estaba sumergida de libertad ha dado paso a mi antiguo estado apático y desesperanzador. Sólo duró un par de semanas. La duración media que tienen las cosas bonitas que han ido pasando por mi vida. No debería sorprenderme. Nadie cambia. Si ya a los 8 años escribía en mi diario lo puta que era la vida, cómo voy a cambiar el punto de mira a los 23. Es imposible.

Qué rápido vuelve la tristeza. Casi tan rápido como las minifaldas al llegar la primavera. Como esta sensación de soledad y vacío de habitación de hospital por la noche. La soledad de nadar a contracorriente sin nadie que sienta como tú este viaje cuesta arriba. Sin nadie que comparta tus intereses.

Con este calor sólo tengo ganas de bajar  las persianas y volver a dormir hasta que amanezca un día con buenas noticias. Pero no sé qué noticias serán esas. Cómo no me voy a agobiar pensando en el futuro si no me gusta cómo se está desarrollando el presente. Cómo voy a poder cambiar mi futuro si no salgo de casa porque no existe nadie que me acompañe en la barra. Ahora todos beben con otra. O todas beben con otro.

Hará un mes que no me hago la raya del ojo, ni que me pinto los labios, y hasta veo algo de romanticismo en mis oscuras ojeras. Las bragas de abuela se han convertido en mi perfecto fondo de armario.  Ahora siempre opto más por la comodidad que por la sensualidad. Y repito que tengo 23 años.

Tengo 23 y aún no sé lo que es salir a cenar en pareja. Ni lo que es follar todos los fines de semana, o el dormir 2 horas entresemana enfrascada en una interesante conversación. No sé si la primera cita sigue siendo en el cine ni si a estas edades se siguen aprovechando las últimas filas para meterse mano en lugar de disfrutar de la película. No sé lo que es pasar un fin de semana entero con esa persona mientras se come comida basura, o se devoran entre ellos.

No sé lo que es despertarse sin resaca al lado de un cuerpo conocido.


Ya no hay esperanzas en esta habitación con las persianas bajadas. Tengo 23 y soy una tullida repudiada en lo que a relaciones sentimentales se refiere, mientras el resto de mis amigos enfermos han recobrado la salud e incluso el paralítico corre enamorado. Y creo que sigo sin necesitar a nadie.

jueves, 13 de marzo de 2014

DOMINGOCASINEGRO

Es jueves, pero para mí como si fuera domingo. Domingo de resacas no divertidas, de arrepentimiento y de dolor de barriga. Domingo de bilis que sube desde el fondo de tu estómago hasta tu boca. Domingo de mierda.
Últimamente mi vida es un domingo permanente. A pesar de que no debería quejarme, que soy una chica teóricamente afortunada no puedo salir de estos dias blancos. Dias de nada. De no hacer nada, no sentir nada. Dias de falta de motivación cuando tienes todas las motivaciones para seguir adelante.

Mi vida se resume en fin de semana de exceso, de gintonics inacabados y de dias de despúes de arrepentirme.
Soy la última calada del cigarro que no le gusta a nadie, el gintonic aguado, el vestido que nadie compra en rebajas. Soy esa llamada que haces a las 4 de la mañana, el polvo en la recámara, la otra con la que te levantas lamentándo la noche anterior mientras llamas a tu novia. Soy la que se equivoca, la que la caga y no hay nadie que este a mi lado para ayudarme a no caer.

Soy la canción que a nadie escucha, la sonrisa ladeada tras la anestesia del dentista, la canción del verano que solamente dura dos míseros meses. Soy las medias rotas, las uñas con el pintauñas descascarillado.

Sigo pensando, mientras escucho a Quique. Bendito Quique y benditos cantautores. La vida con un punto dramático siempre será mejor. Viva la jodida incoherencia. Creo que no entiendo nada, ni a nadie.


Química.

Ya no sé dónde esconderme. No queda ni un rincón en mi vida donde pueda ovillarme tapándome la cara entre las manos. Ni la música ni la lectura me alivian, y Welsh me ha hecho volver al pasado, empujándome con saña para tomar conciencia de que el profundo daño emocional que sufrí durante meses no era amor u obsesión, sino pura química racionalizada en pequeñas dosis o miligramos. Otra estafa más para sumar a la larga lista de mis relaciones corruptas. Por si quedaba alguna duda, todo está en los libros. Y la realidad me acaba de dar una bofetada muy fuerte en la cara.

El maravilloso mundo de las drogas. En el que escarbas un poco por la superficie, y luego un poco más hondo, porque joder, eres joven y hay que disfrutar, que la vida son dos días y no te vas a quedar sin saber lo que se siente. Y lo pruebas. Con la persona menos indicada. Con la que te gusta. Y los mundos de la realidad y de la ficción se desdibujan a su paso formando un paisaje difuminado pero precioso. Y te dejas enamorar por esos bonitos colores, y esas nuevas texturas, que aunque siguen siendo de la misma piel ahora se sienten distintas. Sobre todo las tuyas. Y qué placer se siente con un simple beso, como si abrieras la jodida puerta de pandora y las dos almas se entrelazaran y bailaran alegremente por haberse por fin encontrado. Todo mentira. Pura química. “Ya sabes lo fácil que puede ser sentirse estupendamente con alguien cuando vas puesto de éxtasis.”

Aún recuerdo cuando desnudos sobre aquella cama de hotel no dejaba de repetirte lo a gusto que me sentía contigo. Estaba volando aunque mi espalda no se moviera del colchón. Y así me respondiste tú, con un simple: es por la droga. Al menos tú lo tenías claro.

El otro día me dijeron que lo bueno de esta relación era el número de un buen camello, y supongo que es así. Al final es lo único que queda. Hoy me has vuelto a escribir preguntándome cómo estoy y me han entrado ganas de llorar, pero se han terminado calmando porque las de vomitar eran más fuertes. Y es así como debería superarte, vomitándote. No llorándote. Porque has sido eso, la arcada tras el mal sabor del ácido. Ahora necesito echar por el váter todo lo que tengo en el estómago, para que se vaya por la tubería para siempre, como para siempre se fue mi inocencia al conocerte.


Al fin y al cabo la química que tuvimos fue sólo eso, química.